This Thursday has gone down in the small economic history of Japan. For the first time in more than sixty years, employees of a department store went on strike, forcing the closure of Seibu’s doors in Ikebukuro, Tokyo. It is the most important of the chain’s ten centers and one of the ones with the highest turnover in the entire country.
The workers were protesting to prevent the sale of Seibu to the US fund Fortress. Although the operation has been delayed since its announcement in November, the unions consider that they have not received the pertinent explanations about the maintenance of jobs and continuity of the brand.
Strikes have been rare in Japan for several decades, where social consensus prevails. Last year only 33 were registered in the entire country, out of 120 million inhabitants. A retiree explained yesterday to the AFP agency that he had traveled two hours on the train just to see her. The expectation was so great that a television channel recorded the rally in front of the warehouses and the subsequent ax from a helicopter.
Other business culture
The Fortress fund has bought Seibu for 1.4 billion from the owners of 7 Eleven
The unionists lined up in front of Seibu so as not to hinder the passage of pedestrians and apologizing through the megaphone for the inconvenience caused, distributing explanatory brochures of their claim to whoever wanted them.
The parent company, the Japanese Seven & I, is also the owner of the well-known chain 7 Eleven for more than thirty years.
With exquisite tact, the Japanese have kept 7 Eleven’s headquarters in Dallas, where the first store opened after World War II, even though both the property and the core of the business are in Asia. Japanese workers wonder if they will deserve equally exquisite treatment from another corporate culture.
It should be said that there are more 7 Eleven in Japan, Thailand or South Korea than in their country of origin. In cities like Bangkok or Manila, there is one on practically every corner, which led to the virtual disappearance of neighborhood food businesses – except for those selling fresh products – many years ago.
Sogo & Seibu workers marching during a rare strike in Tokyo on Thursday. Unionists from other Japanese department stores accompanied them in solidarity.
Ahora le ha llegado el turno a los grandes almacenes, con su selección de primeras marcas. Evidentemente, no por el consumo de subsistencia para oficinistas y transeuntes que define a 7 Eleven, sino por las compras online. De hecho, según la prensa japonesa, tras la compra de Seibu está la intención de ceder espacio a Yodobashi Camera, una tienda virtual de artículos electrónicos que es también la segunda plataforma de venta online de Japón, aunque a mucha distancia de Amazon.
En cualquier caso, la empresa matriz no solo no cambió de opinión con la huelga, sino que ayer mismo firmó la transacción, que este viernes se hará efectiva. El fondo estadounidense desembolsará el equivalente a 1.400 millones de euros, un importe denunciado como insufienciente por la asociación de antiguos empleados de Seibu. Es, además, 190 millones inferior al barajado en noviembre. Seven & I, además, condonará casi 600 millones de euros a su filial, más de la mitad de la deuda contraída. Fortress ha prometido a cambio una fuerte inversión para modernizar las instalaciones.
La huelga cogió ayer por sorpresa a la prensa japonesa, que el lunes todavía la veía improbable. Los sindicatos han tenido como aliados a los propios vecinos y a la administración del barrio, que temen perder uno de sus iconos más conocidos y que atrae a más tokiotas. De hecho, el Seibu de Ikebukuro, con setenta millones de clientes al año, sigue dando beneficios, a diferencia de otros de la cadena-varios han cerrado en los últimos años- que ayer no fueron a la huelga. La marca en sí, segun la matriz, lleva cuatro ejercicios generando pérdidas (incluidos los más de dos de pandemia).
Seibu se fusiónó hace unos quince años con Sogo, otra multinacional japonesa conocida entre nosotros porque llegó a ser propietaria del Hotel Arts de Barcelona, donde contó con una gran tienda propia de lujo. Sogo & Seibu es desde entonces el nombre oficial de la empresa, hoy traspasada.
A pesar de que la huelga no hiciera cambiar la decisión de la multinacional matriz-“debería haberse producido antes”- varios participantes expresaban ayer su satisfacción por haber podido exponer públicamente sus reclamaciones a todo el país.
Según algunos sociólogos, la misma existencia de la huelga demuestra que la fuerza de trabajo recupera capacidad de negociación en Japón, gracias a la baja natalidad y a la escasa inmigración. Este año, los trabajadores nipones han logrado los mayores aumentos salariales en tres décadas, si bien estos se explican en gran parte por un índice de inflación no menos atípico.
Cabe señalar, por último, que el número de grandes almacenes se ha reducido a la mitad en 25 años en Japón, un país en declive demográfica. Muchos, además, se han reconvertido en espacios híbridos, con espacios para franquicias y cafeterías.